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Una lectura de la primera parte de Así hablaba Zaratustra (1885) de Nietzsche

Nietzsche pone en escena en este libro al maestro Zaratustra, un personaje a través del cual se nos muestra su filosofía. En ese sentido, este libro constituye un libro filosófico, pero también literario. Así surgen incógnitas desde un principio, en este libro no se hace filosofía simplemente argumentando, sino que hay un estilo que se permite narrar, plantear ficciones y construir el proyecto filosófico a la par que se enuncia estéticamente. No podría ser de otra forma, la filosofía misma de Nietzsche lo exige, o más bien, se va revelando en su forma: forma y contenido actúan a la par, no se diluyen, sino que trabajan en conjunto.

Así hablaba Zaratustra está formado por cuatro partes, en la primera todo gira alrededor de un cambio de valores y un poco una propuesta a partir de ahí. Zaratustra hace una crítica fuerte a los valores cristianos occidentales, donde él es también un maestro con discípulos que lo escuchan y lo admiran, habiéndose abstraído de su patria a los 30 años. Estas similitudes con Jesús hacen que surja la pregunta por quién es Zaratustra y muestran por qué desde un principio genera molestias para algunos lectores. Desde la primera línea, entonces, se nos invita a una lectura desde las entrañas, las emociones y el corazón.


Cuerpo

Una de las críticas de Nietzsche a estos valores cristianos es la de la forma de pensar, sentir y actuar con el cuerpo. Según la lectura de Nietzsche de estos valores, estas personas son unos “detractores del cuerpo”, lo desprecian porque lo ignoran, porque le dan prioridad a la razón o a un sistema de valores que les hace negar los placeres del cuerpo, como el sexo, la comida, el sueño. “Tiempos hubo en que el alma despreciaba al cuerpo; y en aquel entonces ese desprecio era lo supremo. Lo quería ella flaco, repugnante y raquítico. Así entendía escaparse de él y de la tierra” (p.24).


Zaratustra les responde diciendo ok, niega tu cuerpo, pero si lo niegas del todo, ten en cuenta que estarás muerto, callarás para siempre. Además, nos ofrece una ontología del cuerpo y del humano: “Yo soy cuerpo, nada más que cuerpo; y alma no es sino una palabra que designa algo que forma parte del cuerpo”. Y más adelante: “detrás de tus pensamientos, hermano, está un poderoso amo, un sabio ignoto que se llama el propio ser. Mora en tu cuerpo. Es tu cuerpo”. Nos propone destruir esa jerarquía donde el cuerpo está bajo la razón y propone una en la que se reconozca una forma de pensar el mundo desde el cuerpo, donde el cuerpo también ofrece sabiduría, donde pensamiento y cuerpo podrían estar a la par. Recordemos, además, que esa jerarquía que deja de lado al cuerpo viene desde Platón, quien planteaba que el cuerpo es la cárcel del alma. No se trata necesariamente, sin embargo, de adoptar un libertinaje que termine en vicio, él mismo reconoce que en algunos la castidad es virtud, el problema sería que se convirtiera en adicción, cualquiera que fuese la elección.

La soledad.

“Han abandonado las zonas donde la vida era dura; pues necesitan del calor. Aman todavía al prójimo y se frotan unos a otros; pues necesitan del calor”. (p.27).

Zaratustra nos habla de la soledad y nuestro desprecio por ella. La vida se nos vuelve menos difícil al compartir con los otros, pues así olvidamos nuestra oscuridad, nuestros problemas e inquietudes. Así, el estar-con-Otro se vuelve también vicio, se torna una actividad enfermiza. Al punto de buscar reconciliación por necesidad, por debilidad se renuncia al propio ser (a las creencias, a las convicciones y demás), para convivir todo el tiempo con el otro.

La principal enseñanza de Jesús fue, quizá, amar al prójimo. Y Zaratustra responde: Os refugiáis en el prójimo huyendo de vosotros mismos y pretendéis proclamar esto una virtud; pero a mí no me engaña vuestro "desprendimiento".


[…]

Por encima del amor al prójimo está el amor a lo más lejano y por venir; yo antepongo el amor a los hombres, el amor a las cosas y los fantasmas. Ese fantasma que camina delante de ti, hermano, es más hermoso que tú; ¿por qué no le das tu carne y tus huesos? Pero te asustas y corres a juntarte con tu prójimo. No soportáis inducir al prójimo al amor y hacer de su error vuestra justificación y realce.

[…]

Unos corren a juntarse al prójimo porque se buscan a sí mismos y otros, porque quisieran evadirse de sí mismos. Vuestro mal amor a vuestra propia persona convierte vuestra soledad en una prisión.

[…]

Yo no os aconsejo el amor al prójimo, hermanos; os aconsejo el amor a lo más lejano

(p.62)

El amor al prójimo se convirtió, entonces, en excusa para olvidarse de sí misma. Sí, hay desprendimiento, pero del propio ser, de nuevo, nos traicionamos a nosotros mismos, nos evadimos, nos odiamos. Entonces Zaratustra propone amar lo que se ha vuelto lejano, abrazar nuestros fantasmas, es decir, adentrarnos en nuestra oscuridad, en nuestras inquietudes, es decir, no temer a la soledad sino entregarse a ella.

Dos cosas más en este punto: Uno, recordemos (o conozcan) el Libro del desasosiego de Pessoa, en particular el fragmento 414, en el que se apela a lo mismo, desde el concepto de libertad. Y dos, que tampoco siento que Nietzsche desprecie del todo el amor al prójimo, siento que lo que desprecia es la forma en que se ha asumido, ¿será posible amar al prójimo de una forma sana? Amar al prójimo, pero también amarse a sí mismo.

Por último, en “De los caminos del hombre creador”, Zaratustra reconoce que el camino dentro de sí hacía sí no es un camino fácil:

Mas el peor enemigo que pueda salirte al paso serás siempre tú mismo; tú mismo te asechas en cuevas y bosques. ¡Solitario, recorres el camino que ha de conducirte a ti mismo! ¡Y por este camino pasas junto a ti mismo y tus siete demonios! [.…]

Debes tener la voluntad de consumirte en tu propia llama. ¡Cómo podrías renacer sin antes haber quedado reducido a ceniza! [.…] ¡Solitario, recorres el camino del amante! Te amas a ti mismo, y así te desprecias como solo desprecian los que aman. p.65.

No por nada nos evadimos a nosotros mismos, pero cuando intentamos hacerlo:

“ocurre con el hombre lo que con el árbol. Cuanto más aspira a las alturas y claridad, tanto más empeñosamente se adentran sus raíces en la tierra, hacia las profundidades y la oscuridad, hacia el mal” p.47. Entre más buscamos afuera, más tenemos que ir a nosotros mismos o ver en eso de afuera lo que tenemos adentro. Nuestras profundidades, nuestros secretos, nuestros “demonios”.

Las emociones, las pasiones.

“Amo a aquel cuya alma es profunda aun en la herida y que es posible de sucumbir a cualquier experiencia trivial; pues cruza de buen grado el puente”.

“Amo a aquel cuya alma está llena a rebosar, así que se olvida de sí mismo y todas las cosas están dentro de él; pues todas las cosas lo hunden”.

Propone un giro en el que no temamos entregar y entregarlo todo, a no negar las emociones aún en la adversidad, a abrazar las emociones, a hundirse en ellas. Algo que me gusta de esto es que aún nos suena reextraño, siento que todavía se aconseja un controlar las emociones, no mostrarlas por miedo a ser tóxico, a tener orgullo bajo la ficción de una “dignidad” inútil, entregarse a las emociones aún nos suena chocante, subversivo.

“De todo lo escrito, solo aprecio lo que uno ha escrito con su sangre. Escribe con sangre y sabrás que la sangre es espíritu” p.45.

Se valora lo escrito con sangre, es decir, lo que se escribe desde lo que uno es, sacando un poco de uno, lo más íntimo de uno, lo más emocional, lo más pasional, lo más espiritual. Como dijimos arriba: somos cuerpo. No hay dolor somatizado, es una misma cosa. Escribir con sangre es comprometerse, la forma más profunda y genuina de hacerlo.

Y nos recuerda que igual amamos la vida, no porque estemos acostumbrados a la vida sino porque estamos acostumbrados al amor. Y que en el amor hay locura, pero que en la locura hay razón. De nuevo, se trastoca la jerarquía.

“¡Aprended pues a amar! […]”. p. 71.

Dios.

Ni el diablo, ni el infierno existen, dice Zaratustra. Esas y Dios son creaciones humanas, ya no son útiles para nosotros. Cuando el hombre crea a Dios se deja de lado, se opaca.

Crear.

“¿Qué ocurrió entonces, hermanos? Me sobrepuse a mí mismo, a mis sufrimientos; llevé mi propia ceniza a la montaña y me inventé una llama más brillante. ¡Y he aquí que se retiró el fantasma!”

Claro, abrazar las emociones implica abrazar el sufrimiento y claro que dejar de lado a Dios no es fácil. Pero eso no significa que nos vayamos a quedar necesariamente en una angustia constante o caer en depresión. La escritura de Nietzsche apunta a lo contrario, llena de vitalidad, nos impulsa a crear y a amar la vida, esta vida:

“Y por cierto que, si la vida careciese de sentido, y hubiese que elegir alguna sin razón, esta se me aparecería como la más digna de ser elegida” p.37.

Llevar la ceniza es llevar los restos de eso que decidimos dejar e inventar con eso y con lo que tengamos. No se trata, entonces, de destruir los valores, la idea de Dios y no más, no se trata de quedarse ahí, sino de construir, de crear como el artista, como el niño, casi, pero sin la ingenuidad.

“Ahora soy ligero; ahora vuelo; ahora me veo debajo de mí; ahora un Dios baila a través de mí”.

"Valorar es crear".


Así, pues, Zaratustra propone una virtud, la dadivosa, la que ofrece, la que da regalos:

“Cuando estás por encima del elogio y de la censura, y vuestra voluntad quiere mandar a todas las cosas con voluntad de amante: tal es el origen de vuestra virtud”

Y más adelante:

“¡Conducid, como yo, la virtud extraviada de vuelta a la tierra, de vuelta al cuerpo y a la vida; para que dé a la tierra su sentido, ¡un sentido de hombres para hombres!” p.75.

Es una virtud que valora lo terrenal, lo superficial, lo carnal. Nos propone volver a la tierra y al ser humano, la virtud dadivosa da el sentido a eso que antes se despreciaba.

Y al final, nos recuerda que ese acto de creación es personal, la lógica del discípulo-maestro pierde un poco de sentido: “Os aconsejo apartaros de mí, resistir a Zaratustra. Mejor aún: ¡Avergonzaos de él! Quién sabe si no os he engañado”. P.76.

Ya estamos un poco más cerca del superhombre.




La, supongo que mala remala, edición que usé es la de la editorial Fontana del 2015.


Gracias por leer y comentar :)


Algunas citas que no supe meter en el texto, pero que me encantan:

- Y yo, que soy amigo de la vida, opino que las mariposas, las pompas de jabón, y los hombres de naturaleza afín son los que mejor conocen la felicidad

- Harto difícil es entender la sangre

- Peligroso es ser heredero

- El hombre del conocimiento debe no solamente saber amar a sus enemigos, sino también saber odiar a sus amigos.

- Debeis decir “enemigo”, no malvado.

- Se me parte el alma. Aún más claramente que tus palabras, me revelan tus ojos el peligro que te acecha.

- Por más que me esforzase, no sería capaz de sacudir este árbol. En cambio, el viento, que no vemos, lo zarandea y dobla a su antojo. Manos invisibles son las que más nos zarandean y doblan”. P.47.

1 Comment


dellychavesortega
Sep 28, 2020

Camilta está muy chévere la lectura. Te admiro mucho y estoy muy orgullosa de ti🤗

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