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Teoría feminista

Actualizado: 10 oct 2023

*Con esto no quiero adoptar una posición paternalista, ni absolutista. Mi objetivo es compartir lo que yo sé, desde mis convicciones políticas (nada es neutral aquí), de la teoría del feminismo radical.



De hecho, me motivé a escribir esto porque ya varias mujeres (y un par de hombres) me han preguntado por interno por la teoría del Feminismo Radical. No es mi deber, para nada, enseñarle a un hombre lo que es el feminismo; pero considero que aclarar las cosas puede ayudar en la lucha por un cambio en este mundo patriarcal. Bienvenida.


Partamos de un punto que es filosofía del lenguaje: en una entrada anterior (aquí la pueden leer: https://www.unaliterataescribe.com/post/la_relatividad_ontológica_de_quine), escribí sobre la relatividad ontológica de Quine y expliqué que el sentido de una palabra depende del marco teórico en el que esté inscrita. De este modo, el sentido de una palabra no es absoluto, no es natural, sino que depende del lugar donde esté contenida. En ese sentido, el significado de las palabras puede pensarse como objeto de disputa política donde adoptar un significado implica callar al otro (volveré a este punto).


Parto desde aquí porque en el marco teórico del Feminismo Radical los conceptos de “mujer” y de “hombre” están basados en el sexo. Claro, esto tiene un componente histórico: toda la vida nos hemos referido a hombre y mujer como al ser humano macho y hembra, respectivamente. Pero la cosa nunca ha sido lo suficientemente clara, Simone de Beauvoir nos hizo caer en cuenta de que “ser mujer” lo habían convertido también en un montón de cosas “femeninas” que nos imponen desde que nacemos, al ver que nacimos con vulva. Por eso, De Beauvoir dice que “una no nace siendo mujer”. Entonces, a pesar de que la cosa era ambigua antes, las feministas radicales, repito, basamos ambas palabras en el sexo de la persona.


Volveré a ese punto, pero primero quiero aclarar el concepto de “opresión”. En el texto de Iris Marion Younh plantea que:


“Hablamos de opresión cuando las personas reducen el potencial de otras personas a ser plenamente humanas. Esto podría significar que se trata a los otros de manera deshumanizada: negar a la gente el aprendizaje de su lengua, lograr una plena educación y otras oportunidades que podrían hacer que se conviertan plenamente humanas, es una opresión. Las personas deberían ser libres para desarrollar y llevar a cabo libremente sus planes vitales. En definitiva, son impedimentos sistemáticos que sufren algunos grupos para su pleno desarrollo”. La opresión, entonces, tiene cinco caras:


1. Explotación, entendida a modo marxista, en la que se abusa la fuerza de trabajo de otro. El trabajo doméstico no remunerado es un ejemplo en este punto.

2. Marginación: es peor que el anterior porque “son aquellas a las que el sistema de trabajo no puede o no quiere usar”. Una mujer en estado de embarazo o no contratar a una mujer por tener la posibilidad de quedar embarazada es un ejemplo de esto.

3. Carencia de poder: “Los-sin-poder están sometidos por la clase dominante, condenados a recibir órdenes y rara vez tienen la opción de decidir sus propias vidas. Esta injusticia de ausencia de poder está asociada además a un trato desconsiderado”.

4. Imperialismo cultural: “implica adoptar la cultura de la clase dominante como la norma. Los poderosos controlan la información y la interpretación de la sociedad. Difunden los valores, las metas y los intereses de determinados grupos que tienen poder”.

5. Violencia: “muchos grupos sufren la opresión de la violencia sistémica. Los miembros de muchos grupos viven con el conocimiento de que deben temer a los ataques casuales, no provocados, sobre su persona o propiedad, qie no tienen otro motivo que el de dañar, humillar o destrozar a la persona”.





Ahora, las feministas radicales unimos ambos conceptos y afirmamos que las mujeres vivimos opresión basada en el sexo. A esta opresión le llamamos patriarcado. Decimos esto porque desde que nacemos con sexo femenino nos imponen una cierta forma de comportarnos en la sociedad que resulta violenta para nosotras. Nos perforan las orejas cuando somos bebés, persuadiendo una forma de comportarnos en el mundo enfocada en nuestro aspecto físico, nos preguntan qué niño nos gusta enseñándonos que lo normal es que nos gusten los hombres (a lo que las radicales llaman “Heterosexualidad obligatoria”), las tiendas que venden ropa para niñas ofrecen una variedad basada en una estética de colores rosados, de faldas, vestidos, maquillaje y princesas, mientras la ropa de los niños se basa en tonos azules, grises, cohetes y deportes como el fútbol. A las niñas nos enseñan que no podemos sentarnos con las piernas abiertas, nos venden juguetes como bebés o utensilios de cocina, enseñándonos que lo nuestro es el cuidado del otro y las labores domésticas. Nos enseñan que a las niñas se les ve feo ser groseras porque “calladita te ves más bonita”. A todo esto que nos enseñan desde que ven que tenemos vulva nosotras le llamamos género.


Me imagino que alguno, al leer esto, estará pensando “pero a los hombres también nos enseñan cosas por haber nacido hombres”. Claro, les enseñan a ser seguros (a nosotras nos enseñan a callarnos), les enseñan una paleta de colores más seria, a no mostrar sus emociones, sino a callarlas (sí, los hombres también sufren bajo este sistema, nosotras no lo negamos), les enseñan a jugar con carros, con videojuegos, a jugar a tener la razón. A todos nos enseñan que la razón es más importante que las emociones, a la par que nos enseñan que las mujeres somos muy emocionales.


Entonces, entiendo que los hombres pueden sufrir rechazo o un juicio negativo por parte de la sociedad al comportarse de una forma típicamente femenina (a partir de aquí voy a usar la palabra “femenino” para designar todos los comportamientos que mencioné arriba que nos enseñan a las mujeres y “masculino” para el de los hombres). Y volveré a esto, pero la diferencia es que nosotras quedamos entre la espada y la pared: sea lo que sea que hagamos vamos a sufrir una consecuencia negativa. Me explico más: si nos comportamos de forma femenina, sufrimos porque nos convertirmos en objeto sexual (nos enseñan a preocuparnos excesivamente por nuestra belleza y sex appeal para impresionar al hombre. Nos acosan por la calle y por las redes sociales, entre otras cosas), en ama de casa (y NO digo que esté mal dedicarse a las labores del hogar. El problema radica en que eso es un trabajo y si no lo remuneran, pierden independencia y autonomía), en una persona insegura y sumisa (recuerden, nos enseñan a callar), en preocuparnos por el otro olvidándonos de nosotras mismas (nos enseñan a ser cuidadoras), entre otras que ahora se me escapan. Por el otro lado, si nos comportamos de una forma masculina, nos insultan, por lesbianas, por marimachas, por locas, por gritonas, por histéricas.


Entonces, las feministas radicales decimos que las mujeres vivimos opresión basada en el sexo.


Y aclaro, de nuevo, porque al parecer nunca está de más: que afirmemos eso, NO implica que neguemos que los hombres también sufran a causa del género. También les afecta, pero de forma diferente.


Clasificar los comportamientos de los seres humanos resulta, creemos nosotras, en sí mismo violento. Si aceptamos las etiquetas, claro que las mujeres somos masculinas en muchas cosas y claro que los hombres son femeninos en otras. Pero siempre genera conflicto. En ese sentido, el hecho de que un hombre recurra a golpear paredes para expresar su rabia, por ejemplo, no implica que sea un enfermo o un desviado de la sociedad en la que vive, sino que es otra consecuencia del género impuesto por el sexo con el que nació. Entonces, decimos que la masculinidad es en sí misma tóxica, igual que la feminidad. Y, por supuesto, esto explica caso más densos, como los feminicidios, o el asesinato sistemático de mujeres solo por ser mujeres y llevado a cabo en su mayoría por la pareja o familiares.


Es por todo lo anterior que las feministas radicales decimos que queremos abolir el género, queremos pensarnos un mundo en el que ponerse maquillaje o jugar al fútbol no implique ponernos una etiqueta más. Ponerse maquillaje es ponerse maquillaje, independientemente del sexo de la persona. Jugar al fútbol es jugar al futbol, y ya, independientemente del sexo de la persona.


Sin embargo, y esto es algo importante, no creemos que toda clasificación esté mal per se. Recuerden: basamos los conceptos de mujer y de hombre en el sexo. Y eso es clasificar, delimitar, etiquetar y, en cierto sentido, discriminar (esta última palabra en tanto “Seleccionar excluyendo”, mas NO en tanto “Dar trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, de edad, de condición física o mental, etc”. Estas son las dos definiciones que el DEL ofrece). Creemos que trazar una delimitación basada en el sexo es importante por dos cosas: 1. Porque hay diferencias biológicas innegables que nos hacen experimentar el mundo de manera diferente. Las mujeres menstruamos cada mes y vivimos cambios en nuestra experiencia en el mundo gracias a eso, como cambios en el estado de ánimo o en el líbido; tenemos la posibilidad de traer nueva vida al mundo (estar embarazadas hace que nuestro cuerpo cambie, el cerebro de una mujer embarazada cambia), pero también de abortar (un aborto, aunque para muchos crean que sea tan fácil como practicar un deporte), implica dolor físico y riesgo (aunque no muy alto, dependiendo del método con el que se practique) para la salud de la mujer. A una mujer le pueden hacer el procedimiento de la histerectomía, a un hombre no. Y 2. Para poder hablar de la opresión que vivimos las mujeres.


Otros puntos en los que el feminismo radical es abolicionista:


1. La prostitución: el feminismo radical considera que para que algo sea considerado “trabajo” tienen que cumplirse ciertos requisitos en los que se preserve la dignidad humana. En ese sentido, no se entiende la prostitución como trabajo, sino como explotación. Además, se problematiza el concepto de “libertad”, ya que considera que una mujer que está en un estado alto de pobreza no tiene la misma autonomía de decidir que una mujer que no. Para entender esto mejor, los remito al testimonio y voz de Claudia Quintero en el siguiente link: https://youtu.be/ajzXu3yDvLA.

2. La pornografía.

3. La gestación subrogada.


Además, el feminismo radical hace críticas sobre instituciones como la familia y el matrimonio, ya que son instituciones que han permitido e, incluso, funcionado como condición de posibilidad para los roles de género mencionados anteriormente.


El punto anterior me parece importantísimo relacionarlo con algo que aún no he mencionado y que es fundamental en este análisis. Todas estas posiciones intentan ir a la raíz del asunto, de ahí que se llame feminismo radical. Y, en ese sentido, NO se busca hacer un análisis individual del asunto donde se analice cada caso como un caso aislado; sino que se entiende todo como una estructura que supera al individuo, que lo contiene. Esto implica que se busquen soluciones a la estructura y no a la persona. El sentimiento de libertad individual que una mujer pueda enunciar, por ejemplo, no se consideraría una acción feminista. En ese sentido, además, la crítica que se hace nunca recae en el individuo. Entonces, cuando le hacemos una crítica al matrimonio o a la prostitución, por ejemplo, NO estamos juzgando moralmente a una mujer que decida casarse o a una mujer que ejerza la prostitución, lo que intentamos hacer es estudiar cómo funciona la estructura en la que ellas están inscritas. Todo esto tiene matices, uno de ellos es el eslogan del feminismo radical en sus comienzos: “lo personal es político”. Eslogan que se ha reproducido a un punto que ha perdido el sentido, siento yo. Pero lo que inicialmente querían hacer las radicales con esto era una crítica a la división tajante entre lo público y lo privado, donde la mujer siempre quedaba relegada a lo privado y remitía a la famosa frase de que “los platos sucios se lavan en casa”, esto hacía que hubiese una norma social en la que era incorrecto manifestarse ante la violencia doméstica, por ejemplo.



Algunas objeciones


Como muchas otras, no niego que solo exista un único feminismo, sé que del que estoy hablando solo es uno de ellos. Y dentro de los otros, existe la Teoría Queer y el Feminismo Liberal que se oponen fuertemente al feminismo radical. Quiero responder a algunas objeciones y explicar un poco qué es lo que, entiendo yo, está pasando.


Desde la Teoría Queer, influída por el posmodernismo y por Foucault y en la que se destacan las filósofas J. Butler y Paul B. Preciado, se entiende que los conceptos que hemos venido tratando son una construcción social y no se plantea un enfoque a la biología o realidad material del ser humano. Entonces, el punto principal donde difieren ambas teorías radica en los conceptos de “hombre” y de “mujer”. Para ellos, esos conceptos no se basan en el sexo de la persona, sino en la identidad que la persona elija autónomamente. Etiquetas que, sin embargo, siguen inscritas en el género. Es decir que quien se siente “mujer” remite normalmente a lo que nosotras (las feminsitas radicales) entendemos por la etiqueta impuesta de lo “femenino” y “hombre” por la de “masculino”. Esto implica que lleguen a decir algo súper polémico “mujer trans es mujer”.


Eureka. He llegado al punto más álgido de la discusión.


El feminismo (radical) es por y para las mujeres (entendiendo el concepto como lo mencioné al principio, NO el que entienden los queers. Y esto implica que busquemos espacios separatistas en distintos niveles: la juntanza, la agenda política y, en algunos casos, el lesbianismo político. Gracias a esto, últimamente, no solo ha habido fuertes críticas al radfem, sino que también han surgido ataques contra el movimiento y las activistas que hacen parte de él. Lo anterior porque los queers afirman que las feministas radicales somos unas TERF (Trans Exclusive Radical Feminist) (i) y esto ha llevado a muchas personas a pensar que las feministas radicales somos unas transodiantes y transfóbicas en tanto excluímos de nuestro movimiento a transfemeninos o mujeres trans (ii) y en tanto no respetamos su identidad (iii).


Mi respuesta a la primera crítica consiste en aceptar la etiqueta. Sí, es verdad que excluimos a algunas personas trans (a los hombres y no a las mujeres ¿o es que los queers se olvidaron de los transmasculinos u hombres trans?). Es verdad, y no es porque seamos unas personas malas, simplemente creemos firmemente que necesitamos un espacio donde nos sintamos seguras y donde podamos trabajar en contra de la opresión que nos oprime, un espacio solo para nosotras. Considero que buena parte de una agenda política es trazarse un objetivo específico y esto implica ser conscientes de que toca delimitar la población. Si consideramos que nuestra opresión se basa en el sexo, lo que tiene sentido para nosotras es reunirnos entre mujeres, crear espacios donde no haya ningún tipo de hombres.


Esto está muy relacionado con el punto en el que dicen que somos unas transodiantes y transfóbicas. Creo que hay una confusión. El hecho de que busquemos espacios separatistas NO implica que odiemos a los hombres, ni mucho menos que odiemos a hombres o mujeres que también sean trans. En ningún momento buscamos decir que son menos personas por eso o que merecen menos derechos. Pero eso no quiere decir que debamos incluirlos en todos nuestros espacios. Por ejemplo, en los deportes, y sobretodo en deportes como el MMA y el boxeo, es fundamental que haya una división basada en el sexo.


Por último, el punto que me parece más importante de este contraargumento, creo que los conceptos de “hombre” y de “mujer” están en disputa política. También es verdad que es muy complicado decirle directamente a una persona que cree visceralmente que es “x”, no, tú no eres x. Cosa que, por demás, personalmente yo no me atrevería a discutirle, al final, cada quién habla desde el marco teórico que quiere. Pero algo que considero importantísimo mencionar es que, como los adheridos a la teoría queer basan todo en el género, las etiquetas con las que entienden el mundo son: “mujer cis”, “mujer trans”, “hombre cis” y “hombre trans”; donde “mujer” y “hombre” se refieren al conjunto de cosas femeninas o masculinas, como mencioné arriba, donde “cis” se refiere a la persona que acepta su identidad impuesta por la sociedad de acuerdo al sexo con el que nació y “trans” quien no lo aceptó y decidió transicionar al otro género (no necesariamente tomando hormonas).


Sin embargo, han ido más lejos y han sacado más etiquetas, ya que, según dicen, quieren superar un pensamiento binario, por lo cual han sacado nuevas etiquetas como: “género fluido”, entre otros, que aparecen en la imagen de justo abajo. Si bien me parece una forma curiosa de entender el mundo y de clasificar a los seres humanos, las feministas radicales pensamos que bajo esta “taxonomía”, si se le puede llamar así, se difumina al punto de borrarse la clasificación tradicionalmente hecha basada en el sexo. Entonces, ¿qué etiquetas podemos usar desde la teoría queer para nombrar la diferencia sexual? El hecho de que no haya ninguna es algo que nos preocupa, no solo porque en la medicina es importante la diferenciación (piénsese en la ginecología, la urología y la obstetricia, por ejemplo), sino también porque las mujeres necesitamos una etiqueta para poder hablar de la opresión que hemos vivido basada en el sexo con el que nacimos. Y recordemos, la opresión que las mujeres vivimos NO es por comportarnos “femeninamente”, es por haber nacido mujeres. Además, desde la teoría queer, se ha llegado a afirmar que todas las personas “cis” tienen privilegios con respecto a las personas “trans”, algo con lo que NO estamos de acuerdo, ninguna mujer tiene privilegio por ser “cis”, porque a nosotras el género, sea el que sea, nos oprime.





Otra crítica que se hace al feminismo radical es que abolir el género es algo que está muy lejos. Una idea muy linda, pero muy utópica. ¿Les parece mejor, entonces, imponer su montón de etiquetas para clasificar los comportamientos y los gustos de las personas? Y, en todo caso, ¿de qué serviría todo esto? Abolir el género implica pensar que ni el maquillaje, ni la sumisión, ni las labores de cuidado son una cosa de mujeres.


Por último, una crítica, bastante floja, que le hacen al feminismo radical se trata de que somos un conjunto de mujeres blancas privilegiadas que solo se preocupan por ellas mismas. Creo que esa es una visión miope y atrasada del movimiento. Es verdad que nació en Estados Unidos por mujeres blancas y privilegiadas en la segunda ola hace más de 40 años, pero también es verdad que es un movimiento y que ha logrado expandirse hasta otras partes del mundo y grupos de mujeres. De hecho, si no fuera así, yo no estaría escribiendo esto, yo NO tengo privilegios de mujer blanca y pocas mujeres en Colombia los tienen. Hay mujeres negras, indígenas y demás en el movimiento, tal vez aún no se han enterado o están cerrando los ojos a propósito. Lo que me queda por decir en cuanto a esto es que, que algo no lo hayas visto, no implica que no exista y, lo más importante, el movimiento feminista radical es por y para TODAS las mujeres. Esto implica no negar que hay otras opresiones (como las que viven las personas negras, por ejemplo) e implica analizar la complejidad de cada mujer de una forma diferente, según en la estructura en la que viva. Pero, eso para nada implica que una mujer blanca privilegiada no sufra opresión, adivinen por qué… es mujer. En la clase alta, por ejemplo, también violan, también acosan, también…


Por último, algo más que me preocupa de la teoría queer es que en España ya se están dando debates sobre si hormonar a niños o no para que transicionen. Me parece peligroso e incluso violento con los niños enseñarles que si les gustan los niños, el maquillaje y las barbies es porque nacieron en el cuerpo equivocado, porque tal vez, deberían hormonarse y operarse de grandes. No hay cuerpo equivocado cuando nosotros no tenemos cuerpo, nosotros SOMOS cuerpo. Y ningún niño debería poder someterse a un proceso de hormonación. Para esto valdría la pena que leyeran o escucharan, por ejemplo, las voces de los detrans.


Sé que no abarqué todo, solo quería, como dije antes, compartir mi conocimiento sobre el tema a quien esté interesado en hacerlo. Quedo abierta al diálogo siempre y cuando esté bajo el marco del respeto.







Referencias:


Young, I. M. (2000). La justicia y la política de la diferencia. Ediciones Cátedra

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