top of page

Lo que no tiene nombre. Piedad Bonnett.

Actualizado: 16 sept 2023

"¿De qué tamaño es el dolor del que se despide de sí mismo? Daniel amaba su cuerpo, lo cuidaba, lo llenaba de mimos, lo vestía con esmero. ¿Sintió dolor al saber que lo abandonaba, que se abandonaba para siempre?". (Bonnett, p. 114).



Todas y todos deberíamos estarle agradecidos a Piedad Bonnett por este librito entrañable. La escritora, al narrar la historia del suicidio de su hijo, habla no solo del suicidio en general sino de los trastornos mentales en un contexto muy cercano a muchos de nosotros. En este caso, una mujer escritora laica de clase media-alta y su hijo adulto joven, artista y un poco preocupado por el futuro. Escribe sobre esto de una forma cruda y sincera, supera el tabú que hay alrededor de esto sin glorificar el hecho o poetizarlo en exceso. Como dijo mi madre después de haberlo leído con ella, se siente real y es muy maternal. Y lo último es central en cuanto a la forma en que la lectora conoce a Daniel, el joven que se suicidó, pues lo hace a través de su perspectiva de madre: amorosa, tierna, triste y profunda, de una manera que tal vez solo las que son madres lo entiendan. Así, somos conscientes de que lo conocemos solo desde un punto de vista, y Piedad lo hace tan bien que quedamos intrigados por saber más de él y de su arte.




Digo que todas deberíamos estarle agradecidas porque la escritora habla de detalles de los que poco se habla en cuanto a los trastornos mentales. Poco se habla del suicidio, más allá de la fascinación superficial y el cuchicheo que causa cuando se escucha la noticia, y también poco de las cosas que están al rededor de eso cuando fue causado por un trastorno mental. En el libro nos enteramos de anécdotas vergonzosas pero, sobretodo, dolorosas, de fallas de médicos y terapeutas, de cómo la sociedad excluye al paciente de una forma solapada y silenciosa. Un detalle de esto que me gustaría no dejar en el olvido es que a partir de esta lectura me di cuenta de lo alejada que está la familia en los tratamientos psicológicos pero, sobretodo, psiquiátricos y cómo esto puede llegar a ser un gran problema para el paciente, pero también para la familia. De hecho, el texto nos recuerda cómo el peso de una enfermedad mental no solo la carga al paciente, sino a sus familiares o seres más próximos.

Pero también deberíamos estarle agradecidos a Piedad porque nos muestra todo esto con un lenguaje poético, pero no cargado, con referencias literarias y con reflexiones filosóficas sobre la muerte y sobre la vida misma; sin llegar a ser arrogante.

"Daniel se mató, repito una y otra vez en mi cabeza, y aunque sé que mi lengua jamás podrá dar testimonio de lo que está más allá del lenguaje, hoy vuelvo tercamente a lidiar con las palabras para tratar de bucear en el fondo de su muerte, de sacudir el agua empozada, buscando, no la verdad, que no existe, sino que los rostros que tuvo en vida aparezcan en los reflejos vacilantes de la oscura superficie". (p.18).


"Vuelvo a Barnes: "Yo, o incluso yo, no produzco pensamientos; los pensamientos me producen a mí". En otras palabras, yo soy mi cabeza. Ahí reside la integridad de mi personalidad, lo que soy. Pero ahora mi personalidad está dividida. Estoy habitado por otro, y ese otro recuerda, desgraciadamente, al que en verdad soy. No puedo ser ni uno ni otro. Sin droga, no soy yo. Con droga, dejo de ser yo. Yo mismo soy la cuarta pared". (pp.113-114).


Además, todo esto se posibilita porque ella trata de comprender la muerte de su hijo. Por eso es muy diciente uno de los epígrafes con el que comienza uno de los capítulos: “Todo entender es un malentendido. Imre Kertész”. Diciente porque nos recuerda que todas esas páginas en las que trata de entender aquel hecho doloroso y traumático son una ficción más, una narración limitada a su ser de madre y que, tal vez, solo recuerda el gran abismo que hay entre ella y ese ser que algún día estuvo en su propio cuerpo. Con esta frase Piedad nos recuerda que aplica para nuestras vidas, cada que queremos entender algo de los demás e, incluso, de nosotros mismos. Todo entender algo es fijarse en algo, es ver algo, pero también es dejar de ver otras cosas, es recordar que no podemos saber nada, tan solo aspirar a interpretar de forma limitada. Y aún así necesitamos hacerlo, por tal razón estas palabras al final del libro son tan lúcidas y apaciguadoras:


コメント


bottom of page