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Del amor y otros demonios

La historia de amor, tal vez la única historia de amor de esta novela, entre Cayetano Delaura y Sierva María es fascinante, muestra un tipo de amor intenso, corto, con un final amargo, mutuo y un poco irreal. Cayetano Delaura es un sacerdote letrado de a quien le encargan la labor de exorcizar a Sierva María. La historia entre ellos dos empieza antes de que se conozcan, el la soñaba desde antes de su primer encuentro:

"Era muy simple. Delaura había soñado que Sierva María estaba sentada frente a la ventana de un campo nevado, arrancando y comiéndose una por una las uvas de un racimo que tenía en el regazo. Cada uva que arrancaba retoñaba en seguida en el racimo. En el sueño era evidente que la niña llevaba muchos años frente a aquella ventana infinita tratando de terminar el racimo, y que no tenía prisa, porque sabía que en la última uva estaba la muerte".

Un sueño premonitorio en el que se muestra no solo el destino fatal de Sierva María, sino una imagen vívida que bien podría ser una pintura y en la que se evidencia el anticipado pero inquietante interés de Delaura por ella. Pero no solo un sueño premonitorio sino también uno que influye en la realidad, es gracias a este sueño que a Delaura le encargan el caso de la niña. Un sueño que, además, se muestra tres veces en la novela: la primera cuando lo sueña Delaura, la segunda cuando Sierva María le cuenta a Delaura lo que había soñado la noche anterior y la última momentos antes de su muerte.


Ese interés de Delaura por Sierva María solo se engrandece cuando y entre más la conoce. Un suceso alimentado por el hecho de que Sierva María sea presentada en la novela como un personaje muy enigmático y misterioso. Nada sorprendente si pensamos en cómo la mujer ha sido retratada en la literatura. En esta parte de la historia, Delaura ocupa el lugar de amante y Sierva María de amada. Todo esto se nos muestra en imágenes:


"Estaba en la sala de actos, cubierta de joyas legítimas y con la cabellera extendida a sus pies, posando con su exquisita dignidad de negra para un célebre retratista del séquito del virrey. Tan admirable como su belleza era el juicio con que obedecía al artista. Cayetano cayó en éxtasis. Sentado en la sombra y viéndola a ella sin ser visto, le sobró el tiempo para borrar cualquier duda del corazón".

Es él quien la piensa día y noche, quien la imagina, quien la desea (aunque con culpa religiosa), es él quien la ama. Mientras tanto, Sierva María es el objeto amado, es el ser misterioso y exótico; Sierva María no se adapta al paradigma católico, blanco y europeo de Delaura. Ella se le escapa a eso y en tanto tal él se siente atraído por este sujeto de costumbres africanas y de una inteligencia perspicaz, pero muy distinta a la suya. De hecho, esta historia me recuerda muchísimo a la historia de la serie de Netflix Alias Grace (2017), basado en el libro homónimo de Margaret Atwood, entre Grace y su psiquiatra. Grace es una detenida por un presunto asesinato que ella cometió y le asignan un psiquiatra para que determine si ese acto fue ocasionado por locura, no sorprende que en esa historia también se pone en consideración la opción de que Grace esté poseída por algún demonio. De inmediato aparece el paralelo entre Alias Grace y esta novela, en ambos casos un hombre blanco letrado es asignado para determinar si estas mujeres privadas de la libertad han perdido la razón por causas que las exceden. Para esto, vale la pena traer la siguiente imagen: "Sierva María estaba sentada [dentro de su celda], con la túnica raída y las chinelas sucias, y cosía despacio en un rincón iluminado por su propia luz".(127). 


La similitud de la historia se mantiene en el hecho de que este psiquiatra también se enamora de Grace y la sueña (sueños en los que también se revela el deseo que siente por ella) en un contexto en el que ella se le escapa al entendimiento, es un misterio para él. Se mantiene en que en ambas historias parecería ser un amor imposible, pero también se mantiene en el hecho de que mientras estas dos figuras masculinas tienen más poder y libertad que ellas, Grace y Sierva María tienen el lenguaje como herramienta para resistir ante la opresión que viven: Grace entretiene y genera muchas emociones narrando su historia y Sierva María miente deliberadamente a modo de juego. Pero ese deseo (¿amor?) que sienten estos dos hombres genera más bien duda en tanto que bien podría ser un deseo, que no amor, impulsado simplemente por la pulsión egoísta de poseer algo inasible, de comprender eso que se les escapa al entendimiento. Justamente un deseo proveniente de este par de hombres, tan acostumbrados a que la sociedad les celebre su inteligencia y a creer que son unos genios capaces de abarcarlo todo. Bien podría ser ese deseo mucho más que uno desinteresado, de alcanzar un objetivo especial para poder sentirse de nuevo los machos inteligentes, controlados y racionales que se creen. Interesante si se constrasta con la postura de uno de los personajes en la novela de García Márquez: “Abrenuncio no pudo ocultar la admiración que le causaba aquel hombre recién liberado de las servidumbres de la razón”. El médico se refiere a esto cuando ve al cura enamorado trastocando la jerarquía tradicional en la que la razón está por encima de la emoción o la pasión.


Mientras que en los sueños del psiquiatra en Alias Grace podemos adivinar una tensión más sexual que afectiva, en los sueños de Delaura en Del amor y otros demonios podemos ver un poco del tipo de amor romántico idealizado que supera cualquier barrera:

"Su propia voz lo despertó de pronto, y vio a Sierva María con la bata de reclusa y la cabellera a fuego vivo sobre los hombros, que tiró el clavel viejo y puso un ramo de gardenias recién nacidas en el florero del mesón. Delaura, con Garcilaso, le dijo de voz ardiente: «Por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y por vos muero». Sierva María sonrió sin mirarlo".

Precisamente, la historia da un giro interesante en el último capítulo. A pesar de los latigazos que se imprimió Delaura luego de que su deseo se intensificara al interactuar con los objetos personales de Sierva María y mostrando a carne viva la tensión entre sus creencias y sus deseos carnales más íntimos, lo que sentía por ella ganó la batalla y lo llevó a escabullirse dentro de su celda, a arriesgar y a perder la posición social que tenía. Sierva María lo dejó entrar. Ahí radica el giro, a partir de entonces comparten una intimidad por ambos deseada:


Le confesó que no tenía un instante sin pensar en ella, que cuanto comía y bebía tenía el sabor de ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, como sólo Dios tenía el derecho y el poder de serIo, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella. […]. No pudo seguir. Llorando en silencio pasó su brazo por debajo de la cabeza de ella para que le sirviera de almohada, y ella se enroscó en su costado. Permanecieron así, sin dormir, sin hablar, hasta que empezaron a cantar los gallos, y él tuvo que apurarse para llegar a tiempo a la misa de cinco. Antes que se fuera, Sierva María le regaló el precioso collar de Oddúa: dieciocho pulgadas de cuentas de nacar y coral.


Es en estas escenas en las que se muestra este tipo de amor, sobran definiciones. Delaura le confiesa su amor en palabras, mientras ella lo hace dándole uno de sus collares, y el gesto sutil de pasar el brazo junto con el silencio compartido pero sosegado nos muestra la intimidad y confianza que hay. Esa relación se profundiza con la complicidad compartida al jugar coquetamente con los versos de Garcilaso hasta el amanecer. Relación que pasa de ser verbo a cuerpo cuando con sutil ternura Cayetano la desnuda y la besa en los labios por primera vez. “Él se paseó por su piel con la yema de los dedos, sin tocarla apenas, y vivió por primera vez el prodigio de sentirse en otro cuerpo”. No obstante, pronto el sabor delicioso y ansioso de lo nuevo se convirtió en una cotidianidad, que a pesar de eso también disfrutaban: “Ella mantenía la celda y en orden para cuando él llegaba con la naturalidad del marido que volvía a casa. [...]”. Esto, si bien podría mostrarse como irreal o idealización de amor romántico, solo recuerda que el amor de ellos no podría agotarse lentamente por lo cotidiano ni sobrevivir a él, sino que está condenado a no tener esos inconvenientes por la imposibilidad de su relación. Imposibilidad que en un principio se veía cercana pero falsa, hecho que cambia poco a poco conforme las sesiones de exorcismo van acabando con la vida de Sierva María, pero drásticamente cuando cierran el pasaje por el que Delaura lograba inmiscuirse a la celda y con eso cierran de paso también su relación.


Es una historia de amor que no idealiza porque nos recuerda lo imperfecto de todo y que se muestra no de forma reduccionista sino casi desde toda arista posible. Por el lado de quienes la viven, llena de emociones intensas causadas por largas conversaciones, interacciones sutiles y ansias de vivirlas. Por el lado de una perspectiva externa, mostrado como una condena: de nuevo, Abrenuncio contrapone: “Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa”. Discurso que va en contra de lo que también se entiende hoy por amor, principalmente desde una perspectiva budista, y que me habría gustado ver en la novela: el amor como un sentimiento y un interactuar con el otro que implica sentimientos fuertes y compromiso, pero también sosiego. El amor deja ir, no se apega. Tal vez por ser más atractiva que pavorosa se ignoró en la novela, el mismo título nos dice que en este universo el amor no es más que otro demonio.


Para finalizar esto, como buena filósofa que disfruta de la analítica, esta historia me hace pensar en qué entendemos por amor y cómo podríamos definirlo. Entonces aparece el discurso de Abrenuncio mostrando el amor como algo tóxico e indeseable, como un demonio que nubla la razón. Pero también aparece una sutil sugerencia a algo distinto con el otro comentario del mismo personaje apelando a la razón como una cárcel. ¿Cómo entender y nombrar entonces la relación entre Delaura y Sierva María? La historia me pareció fascinante en parte por cómo Gabo construye lo íntimo, lo tierno y lo cotidiano en las imágenes que vimos en las citas que puse; pero también creo que por esas preguntas que surgen, porque se muestra difícil de nombrar y de definir. De hecho, lo difícil radica también en un tema de género generado por el contexto en el que Sierva María vivía oprimida, generando a su vez relaciones de poder desequilibradas; recordemos además que ¡Sierva María tenía 12 años y Delaura 36! ¿Cómo pensar eso y por qué se tomó tan a la ligera en la novela? Para hacer digerible la historia tuve que imaginar a una mujer y no a una niña. Hice trampa, ninguna de estas palabras las hubiese podido escribir si no.





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